Morir en la Arena de Leonardo Padura y su Herida Cubana.

E n Morir en la arena , Leonardo Padura ha escrito, sin proponérselo del todo —o tal vez sí, porque él sabe lo que hace—, una de esas novelas donde la familia es el país y el país es la familia, y ambas cosas se pudren juntas en un solar sin salida al mar. Aquí no hay detectives con guayabera ni intriga de whodunit: aquí lo que hay es un viejo llamado Rodolfo, un hombre que lleva a cuestas dos guerras, la de Angola y la doméstica, y que un día recibe la noticia de que su hermano, Geni “Caballo Loco”, vuelve de la cárcel para morir como mueren los perros viejos, en el mismo patio donde cometió el crimen fundacional de esta tragedia. La Habana que Padura nos da no es postal turística, ni ron ni mulata ni Che en camiseta: es la Habana derruida y viscosa, la que se cuela por las costuras de los personajes y los deja manchados de salitre. Es, sobre todo, un decorado emocional. En apenas una semana —tiempo narrativo que es también un reloj de arena— se cruzan amores que no fueron, ...